El síndrome post-vacacional, ¿mito o realidad?

Los días de descanso, el despertarse tarde, la tranquilidad, etc. ya han quedado atrás: se han terminado las vacaciones y tenemos que volver a incorporarnos al trabajo o al colegio. Sentimos cierta desgana y desánimo, estamos irritables y aumentan las discusiones en casa. Algo no funciona, ¿quizás tengo ese famoso “síndrome post-vacacional?

 

En esta entrada vamos a hablar de este “problema” que está tan de moda en estas fechas, analizando qué hay de cierto de todo lo que se comenta en los medios de comunicación.

 

Cuando se habla de síndrome post-vacacional, también conocido como estrés o depresión post-vacacional, se hace referencia a un conjunto de síntomas que aparecen debido a la adaptación a la actividad laboral, tras las vacaciones.

 

Aunque es una entidad que cada vez va adquiriendo más importancia, no se puede considerar como una enfermedad, trastorno o síndrome (“un conjunto de síntomas característicos de una enfermedad” o “conjunto de fenómenos que caracterizan una situación determinada”), sino como un proceso adaptativo NORMAL y necesario cuando se entra de nuevo en contacto con el trabajo o con cualquier circunstancia de la vida que suponga un cambio, como por ejemplo un nuevo curso, una mudanza, un ascenso, etc.

 

Los síntomas que se presentan no responden a un patrón determinado, dependen de las características personales:

 

  • A nivel físico se suelen presentar como cansancio, fatiga, cambio en los patrones de sueño o en el apetito, dolor de cabeza, e incluso molestias digestivas y musculares.
  • A nivel psicológico se aprecia desinterés, irritabilidad, nerviosismo, tristeza, falta de motivación, dificultad de concentración y cambios de humor.

 

Hay que tener en cuenta que durante las vacaciones se produce una modificación de las rutinas, del estilo de vida (horarios, alimentación, etc.) y de las motivaciones. La vuelta al trabajo supone un cambio brusco para el organismo, supone readaptarse otra vez a esas rutinas y si no se hace adecuadamente (con una correcta transición) se produce un desfase entre las demandas del medio y nuestra capacidad de hacerles frente. Al mismo tiempo el volver a asumir las responsabilidades y obligaciones, en algunos casos, puede suponer ansiedad ante la posibilidad de hacerlo mal o de fallar. Si además se considera el trabajo como una actividad negativa y obligada no es de extrañar que la incorporación al trabajo se haga muy cuesta arriba para algunas personas, afectando tanto a su rendimiento laboral como a su vida familiar y personal (discusiones y problemas con la pareja o los hijos).

 

Si aceptamos que cualquier proceso de adaptación lleva consigo una serie de reacciones tanto físicas como emocionales, que pueden generar cierto malestar e incomodidad, y que este proceso se soluciona por si solo una vez nos hayamos adaptado de nuevo a la rutina (10-15 días que es lo que tarda el organismo a adaptarse a los cambios), la vuelta al trabajo no será traumática y la viviremos como algo natural. Las personas flexibles y proclives a los cambios lo llevarán mejor que aquellas con patologías previas, problemas personales, ansiosas o con cierta incapacidad para afrontar los cambios.

 

Distinto es que este malestar se mantenga durante más tiempo, se complique o se deba a otras circunstancias distintas a un cambio de rutinas. En este caso sería necesario acudir a un profesional.

 

Como hemos visto, la falta de motivación y una visión negativa del trabajo influye negativamente en la vuelta a la rutina. Y la realidad es que si no estamos en el lugar que queremos estar y no nos gusta lo que hacemos, nuestro “síndrome” se repetirá después de cada puente, fin de semana e incluso cada día. Pero de estos hablaremos más adelante.

 

Os dejo unas recomendaciones para que este periodo de adaptación, necesario para todos, sea más fácil. Incluso no estaría mal que alguna de ellas las siguiéramos a lo largo de todo el año.

 

Recomendaciones para volver al trabajo sin mayores problemas.

  • Hay que planificar las vacaciones con antelación, buscando un lugar apto para toda la familia.
  • Practicar ocio activo realizando actividades que permitan disfrutar y desconectar.
  • En la medida de lo posible mantener los mismos horarios y costumbres, especialmente los de sueño. Esto ayudará a adaptarse mejor.
  • Dividir las vacaciones en periodos, estableciendo dos o tres en verano y el resto en otra época del año. De esta forma no se tendrá una sensación de estrés todo el año y de saturación en las vacaciones.
  • Volver unos días antes del inicio del trabajo, sobretodo tras realizar un viaje largo. Una vuelta paulatina a la rutina será un cambio menos brusco para el organismo.
  • Si es posible, incorporase al trabajo a media semana, esto hará que parezca más corta.
  • Planificar el trabajo estableciendo objetivos razonables y fácilmente alcanzables, lo que proporcionará satisfacción y aumentarán las ganas de trabajar.
  • Hacer pequeños descansos a lo largo del día, esto evitará cansarse excesivamente.
  • Comenzar realizando las tareas más gratas y poco a poco ir aumentando la intensidad del trabajo.
  • Planificar actividades agradables de manera que se pueda compaginar el trabajo con el tiempo de ocio y familiar.
  • Establecer unos hábitos de vida saludables: dieta equilibrada y practicar ejercicio físico moderado de manera regular. El deporte hace que se liberen endorfinas, mejorando el estado de ánimo y disminuyendo el estrés y la apatía.
  • Practicar relajación, yoga o meditación, para disminuir la ansiedad y liberar la tensión.
  • Mantener una actitud positiva y proactiva hacia el trabajo, no considerándolo como una carga e intentando encontrar los aspectos positivos, afrontando las responsabilidades y encontrando una forma de realización personal haciéndolo lo mejor posible.

 


María del Mar Fernández de Motta

logo definitivo