EL SINDROME DEL IMPOSTOR: Qué es y cómo superarlo.

¿Alguna vez has pensado que eres un fraude?,¿Qué estás engañando a los demás y tienes miedo a que te descubran?

Este sentimiento, aunque no está definido como un trastorno en sí, se ve con mucha frecuencia en consulta y es conocido como El Síndrome del Impostor. 

Las personas que lo padecen, no se sienten merecedoras de sus logros ni de sus éxitos, consideran que son debidos a la buena suerte o a factores externos y no a sus aptitudes o cualidades. Por lo tanto, se sienten un fraude y viven con miedo a que en cualquier momento se “descubra el pastel”.

Es frecuente en estudiantes y profesionales de éxito. A pesar de poder comprobar que son competentes, de tener logros académicos, carreras profesionales exitosas, etc., están internamente desmereciéndolos y piensan que son inútiles e incapaces, inferiores al resto y que no merecen lo que han conseguido. Esto supone un gran problema, ya que les impide aceptar nuevos retos, o promocionar en el trabajo. En muchos casos, trabajan con ahínco, más que los demás, con la sensación interna de que si fueran más inteligentes no tendrían que trabajar tan duro. Este sobre esfuerzo se acompaña de una gran ansiedad.

Las personas que experimentan este síndrome, tienen expectativas demasiado altas con respecto a sí mismas, son perfeccionistas y no expresan sus opiniones ni ideas, por miedo a equivocarse y que se descubra su incompetencia.

Síntomas más característicos:

  • Falta confianza en las propias habilidades.
  • Atribución a factores externos (azar, suerte, ayuda de otros…) de los éxitos y logros. No se siente merecedor/ra de ellos.
  • Vivir el día a día con ansiedad por temor a que los demás le descubran.
  • Inseguridad en el ámbito laboral, académico e incluso social.
  • Expectativas de fracaso ante situaciones nuevas. Le cuesta asumir retos y salir de su zona de confort.

¿Cuáles son las consecuencias?

  • Baja autoestima.
  • Autoexigencias.
  • Autosabotaje.
  • Retraimiento social.
  • Inseguridad y frustración.
  • Ansiedad generalizada.

¿Cómo se supera?
Lo más difícil es reconocer que se tiene. Para ello, muchas veces es necesario acudir a un profesional. Una vez aceptado, el objetivo será: descubrir fortalezas y debilidades, aprender a valorarse con objetividad, así como a aceptar y agradecer cumplidos, y a considerar los errores como oportunidades de aprendizaje.

Mar Fernández de Motta

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¿ De qué tengo hambre?

¿De qué tengo hambre?

Comer es un acto fisiológico necesario, aunque en muchas ocasiones, comemos como una forma de aliviar las presiones y ansiedades del día a día. Y si bien, no son experiencias de hambre de comida, las gestionamos comiendo.

Comer nos produce placer, ya que se liberan dopamina y endorfinas en los centros de recompensa cerebrales. Además hay alimentos que por sí mismos actúan como ansiolíticos naturales. Esto es así, porque es un modo de asegurar nuestra supervivencia.

Hablamos de hambre emocional cuando comemos como forma de gestionar una emoción desagradable, cuando utilizamos la comida para camuflar la tristeza, la frustración, el aburrimiento, la angustia o la ansiedad. Si recurrimos a este recurso de manera puntual tras un día ajetreado, por ejemplo, no tiene mayor importancia. Se convierte en un problema, si es nuestra forma habitual de gestionar estas emociones, ya que con el tiempo puede ocasionar sobrepeso y obesidad.

Causas del hambre emocional

Existen muchas razones para la sensación de “tengo hambre” y es importante que las sepamos identificar.

En algunas ocasiones, es debido a altos niveles de autoexigencia, en otras, a que no sabemos decir “no”, o poner límites, o    a que no estamos satisfechos con la vida que llevamos, a estrés, etc. podría hacer una larga lista. El problema surge cuando no sabemos identificar “de qué” tenemos hambre y aplacamos el malestar con la comida. Al principio, se calman los sentimientos desagradables, pero en poco tiempo, el bienestar causado al comer se convierte en un sentimiento de culpa.

He podido comprobar, que muchas veces el hambre emocional se vincula a una recompensa por algo, por ejemplo, tras un día duro nos damos un premio con algún alimento hipercalórico, “me lo merezco”, para compensar el desgate experimentado. Y así vamos aprendiendo a utilizar esta forma de premiarnos cuando nos estresamos.

¿En qué se diferencian el hambre física y el hambre emocional?

El hambre física aparece de forma gradual, hay un vacío en el estómago y en algunas personas se produce irritabilidad, debilidad y dolor de cabeza. Es un hambre que puede esperar y que no tiene especial apetencia por ningún alimento en particular, “me comería hasta las piedras”. Hay sensación de control y podemos decidir dejar de comer cuando estamos saciados/as, y al terminar nos sentimos bien.

En el hambre emocional ocurre todo lo contrario: Aparece de forma repentina, es urgente y no puede esperar, se desean alimentos específicos (hipercalóricos y dulces), no hay sensación de saciedad, ni de control, se come de forma automática y genera sentimientos de culpa y vergüenza.

Si no desarrollamos una relación saludable con la comida, será difícil que podamos seguir una dieta, o llevar una alimentación adecuada. Se ha comprobado que en casos de cirugía bariátrica en los que ya ha habido pérdida de peso, se puede volver a engordar si se sigue buscando alivio en la comida. Por eso es tan importante la orientación y el asesoramiento psicológico.

¿Cómo tratar el hambre emocional?

El tratamiento es nutricional y psicológico y tiene como objetivo construir una nueva forma de relacionarnos con la comida. El primer paso es ser conscientes de nuestra forma de alimentarnos y distinguir entre hambre física y emocional. El siguiente es identificar las razones que llevan a comer, y mediante autorregistros descubrir lugares, situaciones o emociones que hacen que se utilice la comida como alivio.  A partir de aquí, dotar de herramientas a la persona para solucionar los desencadenantes del problema (comer consciente, manejo de emociones, entrenamiento en asertividad, solución de problemas, etc.).

Mar Fernández de Motta

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¡Vamos de paseo!

 

Ayer fue el primer día de salida de los niños a la calle y después de ver algunas imágenes creo necesario recordar las pautas que debemos seguir, para que las salidas sean beneficiosas para todos y se pueda volver cuanto antes a la normalidad. Depende exclusivamente de nosotros.

Recuerda:

Tienes que mantener la distancia de seguridad (2 metros).

Lavarte frecuentemente las manos, imprescindible antes y después de salir a la calle.

Seguir las normas de duración, horario y distancia del domicilio.

Explica a tu hijo cómo quieres que se comporte, de forma clara y en positivo. Cuando se saben las normas, los niños se sienten seguros y se evitan problemas de conducta y rabietas.

Comunica el recorrido a realizar, previamente lo habrás tenido que decidir. Si pasa por un parque infantil y quiere ir a jugar, muéstrale como está vallado y que no hay otros niños.

Pon una alarma en el móvil y dile que cuando la alarma suene se ha terminado el paseo. Avísale 5 minutos antes para que se vaya haciendo a la idea.

Si no quiere salir no lo obligues, espera que se sienta más preparado/a y tenga más seguridad. Todos los niños/as no son iguales y aunque tengas muchas ganas de salir, no quiere decir que ellos también quieran.

No le hagas chantaje emocional para que obedezca. Informa de los riesgos de contagio sin provocar temor.

Durante el paseo refuerza positivamente su esfuerzo por cumplir las normas.

Es normal que de vez en cuando se le olvide lo que tiene que hacer, o se acerque a algún amigo/a que se encuentre. Con tranquilidad y serenidad recuérdale la norma.

Resuelve todas sus dudas y los miedos que le puedan surgir: menos gente, bares cerrados, etc. Que te cuente que piensa para que puedas ayudarle a afrontarlo.

Puedes aprovechar el paseo para centrar la atención en las pequeñas cosas que antes os pasaban desapercibidas, los árboles, los edificios, las calles… y para disfrutar de vuestra compañía, solo tenéis que pasear, sin prisas ni agobios.  Si quiere correr, saltar, etc. permite que lo haga, siempre respetando las normas de seguridad.

Y dejo para el final algo muy importante que no debes olvidar, la RESPONSABILIDAD. Si quieres que tu hijo/a sea responsable, tienes que serlo tú. Los niños/as aprenden con el ejemplo, si te saltas las normas eso es lo que les estás enseñando, por muchos sermones y explicaciones que le des, ellos van a aprender lo que haces.  Es RESPONSABILIDAD de todos cumplir las normas de seguridad. Actúa con empatía y conciencia social para servir de ejemplo a tus hijos. Aprovecha esta oportunidad para educarlos en valores y responsablemente.

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DROP

 

Detente, Respira, Observa y Prosigue.

Son muchos los momentos del día en los que ignoramos lo que sucede en nuestro interior. Darse tiempo para detenerse, respirar y observar lo que ocurre, incluyendo los pensamientos, las emociones y las sensaciones, ayuda a establecer contacto con la experiencia y a res­ponder más adecuadamente. Quizás se descubra entonces que los hombros están levan­tados, la mandíbula apretada o el cuerpo tenso; quizás sencillamente se sienta hambre o cansancio o que haya llegado el momento de recordarte la necesidad de regresar al presente.

Darte cuenta de cómo estás en este momento puede ayudarte a recuperar el equilibrio entre el cuerpo y la mente y también a reducir el estrés del día a día.

Si se vive esta situación desde el miedo y la desconfianza, el cerebro no va a ser eficaz para encontrar soluciones, pero si eres capaz de generar emociones agradables mejorarán todas las funciones cerebrales.

Te explico cómo realizar este ejercicio:

Deja lo que estés haciendo, siéntate y cierra los ojos respira tranquila y suavemente, dirigiendo tu atención hacia la punta de la nariz o el abdomen. Inspira dándote cuenta de que estás inspirando y espira dándote cuenta de que estás espirando.

Retira la atención de la respiración y pasa a obser­var tu cuerpo. Quizás descubras áreas que están tensas o es posible que tengas hambre o dolor… observa tus sensaciones físicas… Ahora haz lo mismo con tus pensamientos, ¿qué estoy pensando?, ¿cómo son mis pensamientos?… Y ahora observa tus emociones, ¿qué estoy sintiendo? ¿miedo?, ¿ansiedad?, ¿aburrimiento?…

 Por último, vuelve a prestar atención a tu respiración, de modo que incluya a tu cuerpo como un todo, su postura y expresión facial y prosigue con los que estabas haciendo.

Puedes practicar este ejercicio cuando te sientas tenso/a alterado/a… puedes hacerlo antes o después de ciertas actividades, por ejemplo antes de comer o programar para hacer un DROP varias veces al día y ver lo que sucede.

Todas las personas, de este modo, pueden convertirse en gestores activos de su salud y desarrollar la capacidad de experimentar cada momento, independiente­mente de lo difícil o intenso que sea, de manera más tranquila y equilibrada.

Respiración Diafragmática

Las emociones son la guía de nuestra vida. Estamos en una situación de confinamiento que nos va a traer oleadas de emociones, unas más sosegadas, otras más agitadas pero todas llevan un mensaje al que tenemos que atender.
Aquí te dejo un pequeño ejercicio para que pares y estés un rato contigo. Quizá llevas muchos días en casa y todavía no te has dedicado unos minutos. Ahora es el momento.
Túmbate, cierra los ojos y pon una mano en el abdomen. Inhala lento y nota como sube la mano…Retén el aire… Exhala lento… y la mano vuelve a su sitio… Siempre alargando la exhalación unos segundos más, de manera muy suave como si tuvieses una vela delante y no quisieras que se apagara.
Encuentra tu propio ritmo, el que mejor te haga sentir, no lo fuerces.
Hoy necesitas respirar y soltar.🧘‍♀️ Cuídate!🧡

Cómo gestionar el miedo y la ansiedad al contagio del COVID-19

Ante la situación de alarma que estamos viviendo en relación con el coronavirus, surgen una serie de reacciones psicológicas y emociones que, aunque son esperables, hemos de evitar que se conviertan en un fenómeno viral que dificulte la labor de combatir la enfermedad.

¿QUÉ ES NORMAL SENTIR?

Ante una situación desconocida y que interpretamos como potencialmente peligrosa, es normal sentir cierto grado de temor. El miedo es un sistema natural de alarma. Es una respuesta básica ante un peligro y nos indica la necesidad de actuar de forma inmediata y/o prestar atención. Se trata de una respuesta adaptativa que nos ha ayudado a lo largo de toda nuestra evolución. Gracias al miedo, nos mantenemos alerta y, además, ponemos en marcha con más eficacia acciones de lucha o de huida frente a los peligros. ¿Nos imaginamos un niño sin miedo…?

Sin embargo, cuando alcanza niveles excesivos o se presenta ante situaciones que no son peligrosas, se convierte en desadaptativo, nos bloquea y nos impide gestionar la situación eficazmente.

En estos días en los que no se puede hablar de otra cosa, en los que estamos sobre informados y en muchos casos mal informados, en los que hay noticias de personas que mueren o enferman, es normal sentir inseguridad y cierto grado de temor. Si lo gestionamos bien, va a ser un aliado para estar atentos y actuar con eficacia, ayudándonos a buscar alternativas que nos hagan estar mejor. Pero si es mal gestionado, podría causarnos más problemas que contraer la enfermedad.

No olvidemos que el miedo puede ser más contagioso que el propio virus.  Si al temor de enfermar o morir le añadimos el de quedarnos sin alimentos, se activa más nuestro instinto básico de supervivencia y como los seres humanos no sabemos lidiar bien con la incertidumbre, una manera de controlar la situación es haciendo acopio de comida.  Al hacer estas compras desmesuradas, se está transmitiendo el miedo y la ansiedad a otras personas, porque creen que se van a quedar sin nada y se produce un efecto dominó.

¿CÓMO DEBEMOS REACCIONAR?

Todo lo desconocido produce temor. Si la situación es importante para nosotros y la información es baja, es frecuente que se produzcan rumores y bulos de fácil y rápida propagación a través de las redes sociales.

Para que podamos gestionar bien el miedo ocasionado por la situación creada en torno al COVID-19, vamos a dar unos sencillos consejos:

 1.Estar bien informados.

– Consultar páginas de información oficiales: Página web del Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social, de la Consejería de Salud y Familias y de la OMS. En estas páginas la información es veraz y dan explicaciones claras sobre los bulos.

– Evitar la sobreinformación.  Estar todo el día con la tele puesta escuchando lo mismo o las noticias en el móvil puede crear mucha ansiedad. Por ello hay que limitar la información a un momento concreto del día. El resto ocuparse en otras actividades.

– En relación a los niños/as es muy importante contestar sus dudas y preocupaciones dando una explicación clara, veraz y adecuada a su edad, sin infundir miedo o temor y sin dar más explicaciones de las necesarias y sobre todo, no mentirles. Ayudarles a comprender mejor y a filtrar las informaciones que reciben por otros canales.

– Contrastar siempre la información que obtenemos, con las fuentes oficiales anteriormente mencionadas. No reenviar noticias que no hemos contrastado, ya que estaremos contribuyendo a la propagación de bulos y rumores.

2. Seguir las recomendaciones de las autoridades sanitarias

–  Seguir únicamente las recomendaciones de las autoridades sanitarias. Ellas nos indican las medidas más adecuadas para prevenir el contagio y cómo hemos de actuar en caso de haber contraído la enfermedad.

– Llamar a los teléfonos recomendados y no hacer consultas médicas superfluas para evitar el colapso de los dispositivos asistenciales.

– Confiar en la ciencia y en la experiencia de nuestro sistema sanitario.

3. Adoptar medidas razonables

– Tomar las precauciones necesarias, ni una más, para no incrementar nuestro miedo y el de quienes nos rodean, especialmente niños/as y personas mayores.

4. Comprar sólo lo que necesitemos, no hacer acopio de alimentos.

5. Establecer rutinas. Planificar el día dedicando un tiempo al trabajo o estudio, a las tareas de casa y al ocio. Mantener los horarios y hábitos familiares habituales, diferenciando entre horarios y rutinas de un día entre semana, de los fines de semana. El miedo se controla mucho mejor a través de nuestros comportamientos saludables que a través de las precauciones innecesarias. En lugar de preocuparse… ocuparse.

6. Realizar ejercicio físico. Existen canales de YouTube para hacer deporte en casa, adáptalo a tu forma física.

7. Utilizar el sentido del humor. El humor es una emoción que ayuda a mantener controlado el miedo.

8. Reconocer las emociones y aceptarlas. Si es necesario, compartirlas con las personas más cercanas.

9. Hacer actividades placenteras y agradables para las que no se suele tener tiempo.

10. Mantener la calma mediante la relajación, respiraciones profundas diafragmáticas, y centrando la atención en una tarea.

11. En caso de tener pensamientos alarmistas y/o pesimistas, conectar con la respiración, sentir entrar y salir el aire, su recorrido y cada vez que regresen esos pensamientos volver a prestar atención a la respiración, una y otra vez, sin juicios. No se trata de no tener pensamientos, sino de saberlos acompañar y soltar.

12. Acudir a un profesional de la psicología en caso de estrés extremo, tristeza u otras reacciones prolongadas. Las terapias psicológicas online son una alternativa interesante para las personas que permanecen aisladas.

Fuente: COP Álava

 

Asesoramiento a padres. Hábitos Saludables desde pequeños.


 

El establecimiento de unos hábitos saludables es fundamental para nuestros hijos. Comer equilibradamente, hacer deporte, dormir las horas necesarias y ver menos la televisión son algunas de las costumbres que deben de aprender desde pequeños. No hemos de esperar a que tengan problemas de salud o sobrepeso para establecer unos buenos hábitos de vida.

Las enfermedades cardiovasculares representan la primera causa de muerte en nuestro país situándose por encima del cáncer y de las enfermedades respiratorias.  La prevención es, sin duda, la mejor opción. El juego y el deporte junto a una alimentación equilibrada, son los pilares de una vida saludable que podemos establecer desde la infancia.

Según los últimos datos aportados por la OMS (Organización Mundial de la Salud), cada vez son más los menores que pueden tener problemas en el futuro ya que uno de cada cinco niños es obeso.  Por ello ha publicado hace unas semanas una guía sobre actividad física, sedentarismo y sueño para niños de cero a cuatro años, en la que recomienda que los niños menores de 5 años deben pasar menos tiempo con las pantallas y tener más tiempo para jugar de manera activa.

La etapa de 0 a 6 años es fundamental para instaurar hábitos y rutinas en los niños, y no podemos olvidar aquellos que ayuden a evitar la obesidad y a fomentar la actividad física. Si empezamos desde pequeños, cuando lleguen a la adolescencia y a la edad adulta, será más fácil que se mantengan activos físicamente.

Entre las recomendaciones hechas por la OMS se encuentran no sólo el limitar a una hora cómo máximo el tiempo dedicado a las pantallas (televisión, vídeos, juegos de ordenador, móviles, tablet), sino en evitar que los menores de dos años jueguen con ellas. También recomienda aumentar el tiempo de juego en el suelo e interaccionar con otras personas. Es importante que los niños realicen al menos tres horas de actividad física diaria a partir de un año y sustituir el tiempo dedicado a las pantallas por tiempo para leer, contar cuentos, acertijos, cantar, etc.

Recomendaciones de la OMS

Bebés (menos de 1 año):

  • Realizar actividades varias veces al día, jugando en el suelo e interaccionando con otras personas.
  • No pasar más de una hora seguida en carritos, tronas o mochilas.
  • No proporcionarles tablet, móviles, etc. para entretenerlos.

Niños de 1 a 2 años de edad: 

  • Realizar como mínimo tres horas al día de actividad física, de cualquier tipo e intensidad.  “Más es mejor”.
  • No pasar más de una hora seguida en carritos, tronas o mochilas.
  • No televisión, videos, juegos de ordenador, móviles, tablet, etc. hasta los dos años. A partir de esta edad no más de una hora al día. “Menos es mejor”.

Niños de 3 y  4 años de edad:

  • Realizar al menos tres horas de actividad física de cualquier tipo, dedicando una de ellas a actividades de intensidad moderada a vigorosa como puede ser saltar, correr, caminar rápido, etc.
  • No pasar más de una hora seguida en carritos, tronas o sentados.
  • No dedicar más de una hora al día de pantallas.

La aplicación de estas pautas durante los primeros cinco años de vida, favorecerá el desarrollo motor y cognitivo de los niños, así como su salud en general.

Hace buen tiempo y los días son más largos, aprovecha para poner en práctica estas recomendaciones.

Si necesitas asesoramiento en De Motta-Psicología y Salud podemos ayudarte.

Mar Fernández de Motta. Psicóloga Clínica Infanto- Juvenil y Médico.

Adicción a los videojuegos

Cada vez son más los padres que nos consultan preocupados por el «enganche» que tienen sus hijos, pequeños y grandes, por los videojuegos: los niños no quieren salir a la calle ni al parque, están impacientes por llegar a casa y empezar a jugar, y cuando se les limita su uso se ponen en muchos casos agresivos.

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La adicción a las pantallas es un problema de gran importancia en la sociedad actual. Tanto adultos como niños dedicamos muchas horas al día a móviles, smartphones o videojuegos, sin prestar atención a nada más. Esta exposición masiva puede terminar en una verdadera adicción, con síntomas de abstinencia como agresividad o impulsividad, cuando no tenemos estos aparatos.

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Por todo esto es de suma importancia que los padres tomen conciencia de los peligros que entraña el uso abusivo de estos dispositivos. Un primer paso, sería dar ejemplo como padres de un uso moderado y responsable de los mismos.

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Cuando un niño pasa mucho tiempo jugando, hay que intentar limitarle el tiempo y que haga otras actividades. Si se consigue sin mucho problema, es posible que se trate de una gran afición, a la que se debe estar atento y ayudarle a controlar. Si esa afición interfiere en su vida familiar, con los amigos o con los deberes, es conveniente consultar con un profesional.

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A parte de controlar el tiempo que dedica a jugar, es importante también seleccionar videojuegos que aporten algo positivo al niño, que favorezcan su aprendizaje y fomenten valores.

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Si necesitas más información, no dudes en contactar con nuestro centro.

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Puedes descargarte estas guías que te dan pautas para un uso saludable de las pantallas.

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Aprender a convivir con las pantallas

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Pasos para evitar la adicción a los videojuegos

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Fuente: Fundación Aprender a mirar

Relaciones de pareja

 

Al principio de una relación de #pareja todo va bien. Se piensa, “la nuestra es diferente” y que el amor, el optimismo y la ilusión son las fuerzas que la sostendrán y la harán fuerte.

Con el tiempo, empiezan a surgir los malentendidos y conflictos que se van poco a poco acumulando y la van cogiendo desprevenida. Empezamos a fijarnos en lo que va mal en la relación y a descuidar o no querer ver lo que está bien. En muchas ocasiones no es fácil pedir disculpas y se entra en una lucha de poder, que si no se ataja a tiempo es posible que lleve a un punto sin retorno.

La representación idealizada de la relación de pareja y los mitos del amor romántico, no preparan a las parejas para hacer frente a las frustraciones, fricciones y decepciones que con el paso del tiempo van a aparecer.

Es importante conocer que el amor de una pareja es interacción, relación, intercambio, dar, recibir…y en este contexto es donde tenemos que buscar el origen de los problemas o de la felicidad.

¿Cómo va tú relación de pareja?

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María del Mar Fernández de Motta

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Ejercicio físico y ansiedad

Todos sabemos los beneficios del ejercicio físico para nuestro organismo y la necesidad establecer unos hábitos de vida saludables. Sin embargo, es menor la información que tenemos sobre los beneficios a nivel psicológico.
En general, los efectos del ejercicio sobre la salud física están mejor establecidos que aquellos otros sobre la salud psicológica. No obstante, son numerosas las investigaciones en este campo, pudiéndose comprobar que la práctica regular de ejercicio físico mejora nuestro estado de ánimo y aumenta la sensación de bienestar. Estos beneficios se dan a cualquier edad y en ambos sexos.
A nivel psicológico, las variables más estudiadas y con mayor apoyo empírico han sido los estados de ánimo, la ansiedad, la depresión, el autoconcepto y el funcionamiento cognitivo. Debido a que la ansiedad es uno de los principales motivos de consulta en nuestro centro, vamos a hablar de la asociación existente entre ejercicio físico y ansiedad.
Siguiendo a Spielberger, podemos definir la ansiedad como un estado emocional transitorio caracterizado por sentimientos displacenteros o aprensión y acompañado por una alta actividad del sistema nervioso autónomo. Se puede diferenciar entre ansiedad estado (ansiedad experimentada en una situación concreta) y ansiedad rasgo (ansiedad relacionada a factores biológicos y de personalidad que lleva a estar en continua alerta y a percibir las situaciones como amenazantes). En referencia a la población normal, varios trabajos concluyen que una sola sesión de ejercicio posee un inmediato efecto tranquilizador, que se inicia a los pocos minutos de finalizar el ejercicio y consigue una reducción de los niveles de ansiedad estado durante 20 o 30 minutos después. Si este ejercicio es practicado de forma regular, se ha observado una reducción de la ansiedad estado y rasgo en poblaciones con niveles elevados de ansiedad. Además, diversos estudios recientes consideran que también puede ser eficaz en casos de depresiones leves o moderadas y que mejora el afrontamiento del estrés. Estos resultados nos indican que el ejercicio físico, practicado de forma regular, podría ser un procedimiento natural para la prevención y el tratamiento de estos problemas.
Sin embargo, a pesar de todos los estudios que hemos indicado anteriormente, hoy en día no se saben los mecanismos explicativos, desconociéndose las causas por las que el ejercicio produce los efectos beneficiosos. Se han observado varios mecanismos biológicos y psicológicos que están implicados en la relación “ejercicio físico-ansiedad”. Es posible que el ejercicio contribuya a reducir la ansiedad a través de varios de ellos:

  • Aumento de las endorfinas. El ejercicio físico estimula de forma natural la producción de endorfinas, opiáceos endógenos implicados en la regulación del dolor (analgesia) y la sensación de bienestar (euforia y relajación).
  • Habituamiento de la persona a las reacciones físicas de su cuerpo. Un aspecto fundamental en el trastorno de pánico, ya que en muchas ocasiones no sólo se tiene miedo a ciertas situaciones, sino también a la propia sintomatología (taquicardia, sudoración, hiperventilación…) que se interpretan de forma errónea. Estos síntomas se asemejan a la activación del organismo al hacer el esfuerzo físico. Con el ejercicio nos exponemos a estas reacciones y nos vamos habituando a ellas, facilitando una interpretación correcta de las mismas.
  • Aumento de la noradrenalina y la serotonina en el cerebro. La práctica regular de ejercicio físico produce a largo plazo, un incremento de los niveles de noradrenalina (implicada en la regulación del estrés) y de serotonina, estimulando de forma natural la disponibilidad de este neurotransmisor en el espacio sináptico. Esto contribuye a mejorar el estado de ánimo y reducir la sintomatología ansiosa y depresiva. El mecanismo es el mismo que el de algunos fármacos antidepresivos (ISRS) aunque en este caso, se produce de una forma natural.
  • Mejora de la autorregulación del aparato cardiovascular y respiratorio. La práctica continua de ejercicio físico mejora el funcionamiento del sistema nervioso autónomo (simpático y parasimpático), lo que favorece la respuesta de afrontamiento del estrés.
  • Regulación de emociones negativas como la ira la rabia.
  • Disminución de los niveles de cortisol, la hormona del estrés por excelencia. Y la estimulación del sistema inmunológico al eliminar sustancias nocivas y aumentar el número de linfocitos.
  • Mejora de la calidad del sueño. Si el ejercicio se realiza en un horario adecuado (no inmediatamente antes de dormir) ayuda a mejorar la calidad del mismo. Uno de los problemas que más afecta y preocupa a las personas con ansiedad.
  • Favorecimiento de las relaciones sociales. Algo fundamental para las personas que sufren ansiedad, pues reducen el contacto con otras personas a causa del miedo a sufrir una crisis y dar una imagen negativa de si mismos. El deporte es la vía para afrontar las situaciones temidas de una forma gradual y disminuir el miedo (emoción que alimenta a la ansiedad).
  • Mejora de la autoestima. Los cambios corporales que se producen hacen que nos sintamos mejor con nuestro físico.
  • Aumento de la sensación de autoeficacia. Conseguir metas y objetivos da mayor sensación de superación, control y seguridad sobre uno mismo y sobre el medio.

Los estudios sobre qué cantidad y tipo de ejercicio es mejor para reducir la ansiedad, de forma significativa, no son concluyentes. Como norma general, cualquier tipo de ejercicio físico, por pequeña que sea, resulta beneficiosa para nuestra salud. Las actividades que se realicen han de ser placenteras, ya que ello contribuirá a su mantenimiento, y es aconsejable que se desarrollen en compañía pero sin una competición interpersonal. Podemos recomendar que se practique ejercicio tanto aeróbico como anaeróbico y que exija cierto grado de concentración e implicación (esto hará que la persona desconecte de su diálogo interno y disminuyan las rumiaciones).
Con todo lo expuesto, podemos concluir que el ejercicio físico regular debería utilizarse no sólo con una finalidad terapéutica en el control de algunos trastornos psicológicos (ansiedad, depresión, estrés) sino también como un elemento fundamental en la promoción de las emociones positivas en la población general sana. Además, como apuntan Mutrie y Faulkner, el ejercicio físico, aparte de conllevar beneficios a nivel individual, resulta de gran valor desde el punto de vista social, ya que una sociedad en la que el ejercicio físico sea visto como una norma social puede ser más sana y llegar a disponer de un mayor capital humano.

 

 

Fuentes:

  1. Amigo, I., Fernández, C., Pérez, M. (2010). Manual de Psicología de la Salud. Pirámide: Madrid.
  2. Akandere M, Tekin A. (2004). Efectos del ejercicio físico sobre la ansiedad. PubliCE Standard.
  3. Iglesias, B. Martineza, I. Velazquez, O. Gómez, M.J. (2015).Prevalencia de realización y prescripción de ejercicio físico en pacientes diagnosticados de ansiedad y depresión. Atención Primaria, 47, 428-437.
  4. Jiménez-Torres, M. G., Martínez Narváez, P., Miró Morales, E., & Sánchez Gómez, A. I. (2008). Bienestar psicológico y hábitos saludables: ¿están asociados a la práctica de ejercicio físico? International Journal of Clinical and Health Psychology. 8 (185-202).
  5. Melguizo, P. López de la Fuente, M.J. (2015).Revisión sistemática: Beneficios del ejercicio físico en los trastornos de ansiedad. Psiquiatria.com. 19:9.
  6. Mochcovitch, D., Deslandes, A., Freire, R., García, R., Nardi, A. (2016). The effects of regular physical activity on anxiety symptoms in healthy older adults: a systematic review. Rev. Bras. Psiquiatr. 38 (3).
  7. Olmedilla, A. Ortega, E., y Candel, N. (2010). Ansiedad, depresión y práctica de ejercicio físico en estudiantes universitarias. Apunts. Medicina de l’Esport, 45 (167), 175-180.

María del Mar Fernández de Motta

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