“Corre, vuela, no te detengas»

 

Corre, vuela, no te detengas” son palabras que siempre hemos de repetir (tanto a los demás como a uno mismo) ya que hacen que la persona confíe en sí misma y se esfuerce en crecer y superarse día a día.

 

El anuncio se refiere al “efecto Pigmalión” y representa muy bien la idea de las profecías autocumplidas, es decir, de cómo la creencia que tiene una persona puede influir en el rendimiento de otra o de uno mismo. La expresión proviene de la mitología griega: Pigmalión era un escultor que se enamoró de una de sus obras, Galatea, y tal fue el amor que le profesó que Afrodita, la diosa del amor, le dio vida. En este mismo argumento se basa el cuento de Pinocho, un muñeco de madera que cobra vida por el amor dispensado por Gepetto, su creador; o la conocida obra de teatro My Fair Lady de George Bernardo Shaw.

 

En psicología y pedagogía se utiliza este término para explicar el impacto que las expectativas (tanto positivas como negativas) tienen sobre la persona que las recibe. Se da sobre todo en las relaciones padres-hijos, profesores-alumnos y jefe-subordinados, estando confirmado por muchos estudios, entre ellos el de Rosenthal y Jacobson en los años 60.

 

Cuando alguien confía en nosotros y nos contagia esa confianza (con su actitud, con sus palabras…), se genera una energía que nos da fuerzas para alcanzar los objetivos más difíciles. Conviene por ello, como padres y educadores, que revisemos las expectativas que tenemos sobre nuestros hijos y alumnos y pensemos en los mensajes que les transmitimos. Si les decimos “tú puedes, adelante”, podrá; pero, de igual manera, si le decimos “que torpe eres, no sirves para nada«, no servirá, pues en ambos casos se va a ajustar a la etiqueta que le hemos puesto.

 

Por tanto, esforcémonos día a día en tener expectativas positivas para sacar lo mejor de los demás y de uno mismo.

 


María del Mar Fernández de Motta

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