Las rabietas infantiles: Lo que hay que hacer y lo que hay que evitar.
Las rabietas son muy comunes entre los 2 y 3 años. En general son fácilmente controlables si se conocen los motivos que las desencadenan y se adquieren las destrezas que ayuden a ponerles fin.
Evolutivamente, en torno a los dos años, los niños empiezan a ser autónomos, quieren hacer las cosas por si solos (comer, ir al baño…) y a tomar pequeñas decisiones (no quiero comer, no quiero esos zapatos…).Pasan por una fase de autoafirmación personal, en la que su frase preferida es el “no”, al oponerse al adulto ponen de manifiesto que tienen sus gustos y prioridades y quieren verse como seres independientes, con voluntad propia. El problema es que aunque ya saben hacer muchas cosas y tomar pequeñas decisiones todavía son muy inmaduros, no saben controlar sus impulsos y tienen un fuerte egocentrismo que les lleva a reclamar atención. Viven en una experiencia contradictoria entre la independencia propia y la dependencia de sus padres. A esta edad las rabietas son normales, progresivamente van desapareciendo hasta los 4-5 años.
Imaginémonos un niño/a de 2 años que quiere atención exclusiva, es inquieto/a, desea explorar el entorno a su manera, desconoce las reglas sociales, se activa emocionalmente con exceso y facilidad, manifiesta con frecuencia rabia y frustración, responde a todo “no” y su rasgo característico es la obstinación. No es de extrañar que cuando intentemos protegerlo con normas y límites, responda con su arma más poderosa: la rabieta.
Hemos de tener en cuenta que las rabietas no son una lucha de poder del niño contra sus padres, no las interpretemos como una afrenta personal, ni como una burla a nuestra autoridad, el pequeño no recurre a ellas para “ver quien puede más”, para fastidiar, sino que es la forma que tiene de expresar la frustración o la rabia que experimenta ante algo que no puede conseguir.
Aunque sean una etapa normal del desarrollo, de cómo manejen los padres la situación dependerá que esta etapa, por la que atraviesan todos los niños, pase sin muchas dificultades o se convierta en un problema.
Lo que NO hay que hacer en caso de rabietas:
- La rabieta no debe recibir ningún refuerzo. No se ha de correr a cumplir los deseos del pequeño, ni hacerle promesas, ni rogarle y mucho menos intentar reducir al niño a la fuerza; esto último solo hará incrementar su oposición y la desesperación de los padres entrando en un círculo vicioso que se rompe con la agresión por parte del adulto.
- No dar “charlas”, ni gritarle ni decir comentarios increpando su comportamiento, pues esto no va a hacer más que “atizar el fuego” y si damos una charla para que comprenda la situación y entre en razón, sólo conseguiremos que obtenga nuestra atención, sin que entienda discurso que le estamos dando pues el propio desarrollo evolutivo del niño se lo impide, le viene demasiado grande y hace rato que ha desconectado de él.
- Nunca hacer chantaje emocional, ni negar el afecto o el cariño.
Lo que SI hay que hacer en caso de rabietas:
- Mantener la calma y esperar hasta que pase, es decir “extinguiremos” el comportamiento del niño dejándole claro que no le atenderemos hasta que se tranquilice.
- Si ocurre en la calle o ante otras personas, lo mejor es alejar al niño de la situación y llevarlo a un lugar tranquilo donde pueda calmarse. Nosotros permaneceremos a su lado sin intervenir, en silencio y con una expresión serena. Lo esencial es no perder los nervios, recuerda que el adulto eres tú, el niño por su edad no tiene capacidad para dominar sus emociones, pero tú sí.
- Una vez calmado le acogeremos dando por zanjado el tema sin hacer comentarios sobre lo que ha ocurrido. Le ofreceremos algo que le distraiga (un abrazo, recordar algo que le guste…), y según la edad del niño, podemos hablar con él de lo sucedido buscando alternativas para la próxima vez. Siempre desde la comprensión y sin reproches.
Evitar las rabietas es fácil si sabemos cómo.
Sí, es posible prevenir una rabieta y es la mejor estrategia. Para ello hemos de estar atentos a los factores que las desencadenan y actuar para evitar que se produzcan. El hambre, el sueño, el cansancio, la ansiedad, el miedo, el aburrimiento, el control coercitivo, demasiados “no”, la sobrestimulación y padres poco coherentes o demasiado ansiosos y agobiados, son los principales factores que desencadenan una rabieta. Así que mejor que preguntarnos cómo voy a actuar ante una rabieta es mejor analizar cómo voy a evitarla en una circunstancia determinada.
María del Mar Fernández de Motta