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A lo largo de nuestra vida se nos presentan dificultades que nos impiden seguir adelante con nuestros objetivos: algunas son situaciones naturales en el curso de la vida (jubilación, llegada de un hijo…) y otras son cambios súbitos que no esperábamos (pérdida de trabajo, ruptura de pareja…). En algunas ocasiones, lo que sentimos es insatisfacción sin tener un motivo aparente que nos impide ser felices. Muchas veces podemos solventar estas situaciones por nosotros mismos y en otras somos incapaces, sintiendo que nos sobrepasan. Si no lo solucionamos, pueden llegar a escapar poco a poco de nuestro control, creciendo y afectando a las distintas áreas de nuestra vida.

En esos momentos resulta útil y beneficioso consultar con un psicólogo que nos ayude a determinar qué sucede y mejorar tu relación con nosotros mismos y con quienes nos rodean, tanto en el entorno familiar como en el laboral.

Trastornos más comunes

  • Ansiedad y estrés: fobias, crisis de pánico, agorafobia, ansiedad generalizada, Trastorno Obsesivo-Compulsivo.
  • Depresión – Problemas en el estado de ánimo: estados depresivos, distimia, trastorno bipolar.
  • Duelos y pérdidas.
  • Problemas en las relaciones sociales: ansiedad social, falta de habilidades sociales, problemas del control de la ira, falta de asertividad, problemas de autoestima.
  • Trastornos sexuales: eyaculación Precoz, dificultades erectivas, anorgasmia, vaginismo, Deseo sexual, Inhibido.
  • Trastornos psicosomáticos.
  • Trastornos de personalidad.

En todos los casos realizamos una evaluación completa y abordamos los tratamientos de forma eficaz y orientamos hacia la prevención.

Preguntas frecuentes

¿Cuándo debo acudir al psicólogo?

No dudamos en ir al médico cuando nos encontramos mal, pero sí que lo hacemos si hablamos de ir a un psicólogo. Nos invade el malestar y dudamos. Dejamos pasar los días y ese malestar sigue ahí. Este es quizás el detonante que hace sonar la alarma: “solo no puedo hacer frente a lo que me sucede”.

El psicólogo clínico nos va a ayudar a sustituir los comportamientos que nos hacen padecer por otros más adecuados que llenarán nuestra vida de bienestar.

Por ello, hemos de consultar cuando:

  • Nos sintamos agobiados, tristes y sin ilusión.
  • Experimentemos dificultades persistentes en la relación con los demás.
  • Sintamos miedos que no consigamos superar y que nos limiten.
  • Si en nuestros pensamientos predomina el pesimismo, la soledad y el vacío, y nos vemos incapaces de encontrar algo positivo en nuestro día a día.
  • No tengamos un respiro debido a pensamientos recurrentes y no consigamos parar de darle vueltas a la cabeza.
  • Tenemos un malestar en nuestro cuerpo y los médicos no logran un diagnóstico para los síntomas, llamándolo entonces “estrés”.
  • Tengamos exigencias y conflictos (laborales, de pareja, etc.) y no sepamos cómo afrontarlos.
  • Sentimos que perdemos fácilmente “los nervios” y en general, el control de nuestra vida.
  • Protagonicemos situaciones traumáticas y no podemos superarlas.
  • No sepamos cómo expresar lo que sentimos de forma adecuada.
  • Queremos conocernos mejor a nosotros mismos y conseguir una buena salud mental.
  • Nos planteamos metas que no conseguimos cumplir.

¿Qué diferencia hay entre un psicólogo y un psiquiatra?

Un psiquiatra es un médico especializado en el estudio de los trastornos mentales, con el objetivo de, tras una evaluación y diagnóstico, tratarlos prescribiendo fármacos si el caso lo requiere.

Un psicólogo trabaja sobre la conducta y procesos mentales, abarcando el aspecto cognitivo, emocional y conductual. Para ello, utilizará estrategias terapéuticas acorde al paciente y en ningún caso prescribirá fármacos.

¿En qué consiste la terapia?

Primero se realiza una evaluación de la situación y se presentan unas hipótesis, explicando al paciente el plan de trabajo que se seguirá a partir de ese momento. Normalmente, se interviene una vez a la semana aunque, según el caso y las circunstancia de la persona, se puede trabajar con una frecuencia quincenal. A lo largo de todas estas sesiones, se aplicarán las técnicas de intervención, realizando además un seguimiento y evaluación del progreso del paciente.

¿Cuánto dura cada sesión? ¿Y la terapia?

Cada sesión dura, como mínimo, una hora. Se puede prolongar 15-20 minutos para terminar dando pautas y resolviendo dudas que puedan surgir de cada a la siguiente sesión. Siempre se busca que, al terminar la sesión, el paciente salga tranquilo y satisfecho. Entre cada una de las sesiones, se mantiene un contacto, si es necesario, a través del correo electrónico.

La duración de la terapia depende del caso, del nivel de implicación del paciente, etc. No hay una duración establecida, sino que depende de cada individuo y su caso personal. Sin embargo, la actitud de compromiso que el paciente tenga ayuda a un buen progreso y obtención de mejores resultados en el menor tiempo posible.