El comportamiento de los niños o adolescentes, en casa o en la escuela, es una fuente de preocupación en numerosas ocasiones: falta de límites, miedos y angustias, problemas de conducta, incumplimiento de normas en el colegio, fracaso escolar, etc. Sin embargo, hay conductas que no detectamos tan fácilmente como puede ser un bajo estado de ánimo, ansiedad, aislamiento social, etc. En ambos casos, es fundamental intervenir a tiempo.
Ante cualquier duda sobre si nuestro hijo presenta algún problema, siempre es aconsejable consultar con un psicólogo que, tras una descripción exhaustiva del mismo, realice una valoración y la intervención más adecuada a su situación. Todo ello bajo una estrecha colaboración con los padres y los profesionales (orientadores, consultores, psicólogos y tutores) de los centros de enseñanza.
En algunas ocasiones, el objeto de intervención será la relación familiar. En estos casos, la familia no es la pareja y sus hijos, sino la relación que se establece entre ellos y lo que se buscará promover cambios en los diferentes ámbitos de su relación y no en un único individuo.
Trastornos más comunes
- Depresión.
- Ansiedad.
- Baja autoestima e inseguridad.
- Miedos, timidez.
- Trastornos de conducta.
- Problemas tras la separación de los padres.
- Control de la ira.
- Ansiedad ante los exámenes.
- Bajo rendimiento académico.
- Abuso escolar.
Preguntas frecuentes
Si es menor de 3 años, no es necesario dar una información previa a la visita. Se puede hablar con él camino de la consulta como si se tratase de cualquier tipo de visita, describiendo en todo caso el entorno físico y la persona a la que se va a ver. Entre los 3 y los 6 años, se debe informar al niño con anterioridad pero con inmediatez a la visita. El contenido de la información debe ser conciso, explicando qué es un psicólogo: una persona que le ayudará a resolver sus dificultades. Entre los 6 y los 12 años, se explicará unos días antes para que el niño se pueda ir haciendo a la idea. La información puede ser más explícita y se pueden incitar a las preguntas para que todos los temores puedan aflorar. Es muy raro que en esta edad se opongan a ir, pero ante ella los padres pueden usar la persuasión en primer lugar o algún tipo de motivación si la primera falla. Lo más importante es decirle la verdad y darle toda la información adaptada tanto a su edad como al conocimiento que tenga el niño sobre el problema. En el caso de los adolescentes, la visita al psicólogo suele generar más dificultades. Se debe iniciar la comunicación indicando que los padres han intentado de solucionar el problema por sus propios medios pero no lo han conseguido. Por ello, han considerado que deben pedir ayuda a una persona especializada en estos temas. Para ello, tenemos que elegir el momento adecuado, exponiéndole la preocupación sin responsabilizarlo ni dramatizar, haciendo hincapié de que deseamos hacerlo partícipe en solucionar su problema. Nunca hay que mentirle ni obligarlo a ir por medio de castigos, aunque tenemos que respetar la decisión que tomen. Sin su implicación o la motivación para empezar un tratamiento, no se conseguirán alcanzar los objetivos marcados. En unas ocasiones implica únicamente a los adultos, ya que cambiando el ambiente (ciertas actitudes, las relaciones, las pautas de actuación, etc.) la problemática del niño se resuelve. En otras ocasiones, hay que trabajar directamente con el menor para enseñarle las herramientas y habilidades necesarias que le permitan resolver sus dificultades. No. El psicólogo se rige por un código que le exige el secreto profesional. Todo lo que se hable o trabaje durante la sesión se utiliza únicamente en el transcurso de la terapia. En el caso de considerarse necesaria una comunicación a los padres, se requiere la aprobación previa del menor.